miércoles, 24 de septiembre de 2008

SGCI 0070 PE25S - 09:26:30 - 021005

Panteón de los Hombres Ilustres. París. Foto: P.E. 10 de febrero de 2005.

Cuando Antoine de Saint-Exupéry era jefe de la base de Cabo Juby (costa sur de Marruecos) intentó domesticar un zorro-fenech o zorro solitario. Algunos años atrás había tenido un encuentro con uno de estos animales cuando sufrió su accidente en el desierto de Libia, seis años antes de escribir El Principito. "Más pequeño que un gato y con unas orejas enormes. Delicioso pero, desgraciadamente, muy fiero". Saint-Exupéry define "domesticar" como "crear lazos", y será una constante a lo largo de su vida la sublimación de la necesidad que todo hombre tiene de establecer vínculos afectivos como único modo de sobrevivir espiritualmente e incluso en ocasiones, como se ha comprobado, físicamente. Siente verdadero pavor ante la idea de la soledad o el desarraigo emocional que él mismo llega a experimentar durante sus años en África, sentimiento que le acompañará toda su vida, sobre todo al final de ésta, cuando amigos y familiares van desapareciendo. "Condena al hombre, tan superficial en sus relaciones humanas y apegado a lo insustancial y barato" (J. E.). Sain-Exupéry se sirve de la candidez y la inocencia de un niño por medio del cual se retrata a sí mismo ("un ser extraño, excepcional y precioso; un Príncipe... perdido entre nosotros" escribiría del propio autor el Capitán G. Courtin) para despertar el dolor de la lucidez emocional y afectiva en quien lee El Principito, a través de una suerte de egotrip iniciático por el universo de las pasiones que separan a los hombres entre sí, personificadas en la flor y demás sujetos que habitan los diferentes planetas y asteroides en los que le Principito hace escala; estados mentales de los que únicamente es posible escapar muriendo (o dejándose matar por una serpiente) para luego volver a nacer si se es lo suficientemente audaz como para beber del elixir de una nueva vida dejando los posos de profunda melancolía en el fondo del vaso, observándolos como quien ha visto a los hombres demasiado de cerca y necesita descansar.

A J.M.H. maestro y filósofo.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY. EL PRINCIPITO. LE PETIT PRINCE. (Edición bilingüe). Enrique Sainz Editores, S.A. México. 1986. Traducción y notas: Joëlle Eyhéramonno. Ilustraciones del autor. 720 ptas.

8 comentarios:

SGCI. dijo...

Aviso: La entrada de hoy responde a La Iniciativa Liblog. La publicada es va Versión B, una contumaz, pretenciosa, hiperbólica y juguetona reseña literaria de uno de los libros más bellos e inspiradores (para algunos) o ñoños e instigadores de los engendros literarios de autoayuda o didáctica emocional (para otros). Como no es costumbre de quien esto escribe intercambiar interioridades a través del SGCI, la Versión A queda archivada hasta mejor proveer.

Anónimo dijo...

Inmejorable lugar en el que descansar para siempre. Me gusta.

Un saludo

Bomarzo dijo...

Lívido me has dejado con la parrafada. Compadre. Salgo a beber agua.

SGCI. dijo...

Je, je, je...
Alberto: ¿gracias? ;-)
Bomarzo: que sepas que hay críticos que hacen reseñas de este tipo en revistas literarias y se quedan en la puta gloria.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Bien SGCI, pero la reseña literaria que has expuesto sobre "El Principito" -concretamente a mí- me ha parecido algo más que contumaz: clarividente y perfectamente entendible.

¿ Por qué será que aquellos que no entienden o que -quizás- no quieren entender este gran libro, son quienes más nerviosos y dubitativos se ponen al mirarse ante un espejo ?

¡ No sé ! ¡ Posiblemente sea una reflexión equivocada por mi parte !

Aunque ya lo dice el rey en este libro: "juzgarse a sí mismo es lo más difícil".

Saludos y volveremos a visitar tu blog. Alfa79

SGCI. dijo...

Absolutamente de acuerdo, Alfa, y bienvenido.

Anónimo dijo...

Eso sí que es una reflexión con fundamento y genial. Yo tb voy a beber agua :-).

Claro

SGCI. dijo...

Admirada Claro: una alegría tenerte por aquí y muchas gracias, pero no me halagues que el halago debilita ;-).