lunes, 23 de junio de 2008

SGCI 0047 DM22J - 09:21:51 - 062208

Ernst Happel Stadion (antes Prater Stadion). Viena.

No se trata de una afición, de un jobi, de una pasión; ni siquiera es un simple deporte. Tampoco es el deporte rey. El fútbol es una cuestión de fe. No es que el equipo tenga fe hasta el pitido final o que los aficionados tengan fe en su equipo o la victoria. No es eso; es creer o no creer en el fútbol. Por supuesto que no hablamos de ninguna religión. Las religiones tienen muy poco o nada que ver con aquello en lo que uno cree. Acaban corrompiéndolo y la fe disminuye. En este caso, el fútbol se impregna de negocio y religiosidad, de santos que defienden la portería patria, de topicazos en forma de jaculatorias y letanías machaconas y de histéricos telepredicadores de la cadena del Imperio. Incluso en ocasiones, los propios creyentes sufren persecución. Absolutamente irracional...
El caso es que este era el partido que había que ganar. Puede que España pierda o gane las semifinales. Y lo mismo puede ocurrir el domingo en Viena en una hiptética final jugada por la selección de todos. Pero era éste. El partido de cuartos. El partido de la efervescencia, el partido de la fe; las burbujitas que dan gustito al principio, cuando te llenas el vaso, y luego desaparecen. Como el efecto gaseosa de la misma fe.
En el fútbol se cree o no se cree. Si te descuidas y abandonas los sacramentos, corres el riesgo de perder la fe. Porque no sólo de pan vive el hombre (1). ¡Señor, auméntanos la fe! (2).

(1). Mt. 4. 3.
(2). Lc. 17. 5.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi fe en "la roja" se ha ido incrementando conforme ha ido transcurriendo la Eurocopa. Creo que no hay que dejarse llevar por la euforia, pero podemos hacer hueco a la esperanza y a por la ilusión.

Un ensaladilla rusa... qué buena jajaja