
Un día antes de comenzar el Curso, recibió la noticia de que las cabezas se encontraban retenidas en el aeropuerto. Al final, la empresa logró superar los trámites burocráticos de la Aduana y proporcionar a tiempo las 13 cabezas. Casi todo resultó como J. esperaba. A última hora tuvo que hacerse cargo personalmente de una de ellas. La recogió y la guardó en su mochila. Circuló alrededor de 20 minutos transportando una cabeza humana en el asiento del copiloto de su coche. Cuando llegó, la sacó de su mochila y la colocó junto con las otras 12 cabezas aunque en un lugar ligeramente más destacado.
Al llegar a casa, dejó la mochila en la terracilla del lavadero, apoyada en la secadora. Al verla, M. preguntó qué hacía ahí la mochila. J. le explicó que había transportado en ella la cabeza nº 13, la que era para A. y concluyó que habría que lavarla, ¿no?
6 comentarios:
Grotesca e interesante historia, con su esperpéntico e hispano punto, y algo de surrealismo.
Jejeje.
Qué macabro! transportando cabezas por ahí, como la Lucille de "Locos en Alabama"... genial.
Besillos
Real como la vida misma. Lo más asombroso es que J. pretendiera lavar la mochila después de todo. Pudiendo usar una bolsa del Dani, a quién se le ocurre...
A mí me recuerda a "Quiero la cabeza de Alfredo García". Bueno, bueno, chacho.
Interesante... besos nazaríes.
Siniestro y estimulante. Que no vea yo las mochilas de mis hijos en el lavadero.
Un abrazo,
Rigoletto
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